Perú elige Presidente en segunda vuelta

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Pedro Castillo y Keiko Fujimori competirán en la segunda vuelta electoral por la presidencia. Ambos son conservadores y con credenciales democráticas dudosas. ¿Qué soluciones hay ante este panorama desolador?

Los resultados de la primera vuelta electoral en el Perú muestran un panorama desolador. Luego de una campaña marcada por lo que podríamos denominar una fragmentación sin emoción, se ha confirmado que el izquierdista Pedro Castillo (Perú Libre) y la derechista Keiko Fujimori (Fuerza Popular) competirán en la segunda vuelta electoral del 6 de junio. Ambos son extremistas, de perfil conservador y sus credenciales democráticas son dudosas. A este país acostumbrado a votar por el “mal menor” parece haberle llegado el momento de elegir entre dos males a secas.

Castillo, por su parte, tiene propuestas como desactivar el Tribunal Constitucional y reemplazarlo por “los verdaderos tribunos del pueblo” o cerrar el Congreso si el pueblo se lo pide. Mientras tanto, Fujimori es hija y heredera política del expresidente autoritario Alberto Fujimori y una de las principales responsables de la crisis política de 2016 en adelante.

Sin importar quién gane, las tendencias autoritarias no son la única problemática que se avecina. El Congreso estará compuesto por varios partidos y se prevé más precariedad institucional. Viene a la mente el último quinquenio: un interminable conflicto entre poderes del Estado que tuvo como saldo que contáramos con cuatro presidentes y dos congresos. En este contexto, se tendrán que buscar salidas a la que ha sido una de las peores gestiones de la pandemia a nivel mundial.

Las élites de empresariales, tecnocráticas, políticas y mediáticas responsables de esta continuidad terminaron abrazando una suerte de mito alrededor del modelo. Se creyeron que este modelo debía permanecer a toda costa, mientras que la política podía ser relegada o incluso desterrada de la toma de decisiones. Este mito ya es insostenible y debemos crear, pronto, una mirada más realista que recupere la importancia de tener una política saludable para la democracia.

Pero ni Castillo ni Fujimori parecen ser aptos para reimaginar una democracia en donde las instituciones y la ciudadanía tengan un rol primordial y que deje de atrás el drama constante de cambios de presidentes, disoluciones del Congreso y tendencias autoritarias.

Para superar el mito alrededor del modelo económico, debemos empezar por reconocer su lado positivo. El neoliberalismo ha sido uno de los proyectos políticos más estables de nuestra historia. En la víspera del bicentenario de la Independencia, haríamos mal en no reconocer que nuestro pasado remoto y reciente se parece, a ratos, a un homenaje al filósofo Heráclito: lo único constante era el cambio. Todos los proyectos políticos que emprendimos antes se descalabraron. En cambio, el neoliberalismo llegó y se atrincheró en la vida nacional, incluso mientras muchos países de América Latina

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